La semana que viene me reuno con 8 altos directivos de una multinacional. El motivo del encuentro es profundizar en la estrategia de la compañía. Son los máximos responsables de una empresa que aglutina a más de 3.000 empleados. Son los mandamases, los que canalizan los objetivos de la compañía y buscan la expansión de la misma y el bienestar de sus empleados, clientes y accionistas. Son 5 horas de trabajo. ¿Qué les podría decir?
Después de mucho pensar y evaluar mi participación, he llegado a la conclusión de que no puedo llegar con una varita mágica que ofrezca todas las soluciones a sus problemas. Ni tampoco puedo sacarme una acción que no hayan ya contemplado. Seguramente tienen acuerdos con alguna consultora del sector.
Tengo que ir con algo que les sorprenda. ¿Y si voy como profesor? A estos siempre se les respeta y admira. NO, porque si es lo que esperan, habrían contratado a uno de ellos que hay muchos en las escuelas de negocio dispuestos a soltarles el rollo.
Sigo pensando, y con algún que otro momento de nervios, me decido por….
Voy a ser yo mismo. Les hablaré con mi corazón, de mis experiencias, y de lo que creo que es lo mejor para ellos. Les hablaré del AMOR, de la necesidad de ENAMORAR a sus clientes, y de tener una estrategia basada en las personas y no en los números. Creo que les gustará. En el pasado, siempre que he utilizado el sentimiento me ha funcionado.
Todos tenemos que ser nosotros mismos. No podemos ocultar nuestro deseo de querer hacer aquello que deseamos. Se trata de no tener caretas, de actuar con humildad pero con convicción de que nuestra forma de ser es auténtica y a la vez valiosa.
Los emprendedores están acostumbrados a esto, puesto que ya han dejado atrás los compromisos falsos y vacíos de contenido. Viven en un mundo real donde impera la necesidad de vivir sensaciones y no luchar por algo llamado dinero. Este suele venir el cuál es saboreado de forma especial y solidaria con los demás.
Hazte emprendedor!