Ya ganas 2.000 euros pero quieres ganar 4.000, ¿verdad?


Ya ganas 2.000 euros pero quieres ganar 4.000, ¿verdad?Cuántas veces te ha pasado por la situación de que una vez que cobras tu nómina, resulta que te gustaría cobrar el doble.

Tenemos la mala costumbre de acostumbrarnos a los ingresos demasiado rápido y lo que en un principio nos parece un nivel adecuado de salario, luego se tuerce en una insatisfacción que nos lleva a quejarnos en privado y a poco más.

No somos capaces de llevar la protesta a una situación de reclamo de la verdadera aportación que estamos haciendo en la empresa. ¿Y hasta cuándo esta auto complacencia?

Tienes varias opciones en tu vida. Seguir con el «ya estoy bien» o iniciar una carrera exitosa llena de sacrificio pero de ilusión, llena de trabajo y dedicación pero con un desarrollo pleno en tu vida profesional y personal. Y esto es lo que viven los emprendedores.

Vivimos mejor que nadie, somos capaces de realizar nuestras pasiones, de conciliar en el verdadero sentido de la palabra, de ser egoístas con nosotros mismos y dedicarnos todo el tiempo del mundo.

Y resulta que todo esto que es super atractivo, pocos se lanzan a probarlo. Los que lo hacen ya no vuelven excepto los que cogen fuerza porque no les ha ido bien a la primera. Estos últimos lo suelen intentar nuevamente y suelen triunfar.

En Estados Unidos lo hacen hasta tres veces para conseguir la estabilidad. Recuerda que solo el esfuerzo de lanzarte como emprendedor ya es un triunfo.

Emprender es también corregir acciones y decisiones y ya hemos indicado que el camino a recorrer está lleno de obstáculos pero todos predecibles.

Habrá que vender, habrá que generar rentabilidad al proyecto, habrá que crecer. Pero todo esto ya es lo que te exigen ahora, ¿no?

Al final de la historia, si no te haces emprendedor por lo menos quéjate en tu empresa. Que te paguen lo que vales. Exige una cultura emprendedora donde se potencie el talento y la aportación de las personas.

Donde hay posibilidad de crecer profesionalmente y personalmente. Que te midan por objetivos reales y no por decisiones muchas veces opacas de la dirección. O quédate como estás con el «ya estoy bien». Te estarás engañando tú solito.


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