Esta claro que esta crisis financiera va a tener un impacto aún mayor en la erosión de las clases medias. El proceso ya había comenzado con anterioridad en los últimos años con el empobrecimiento de las clases medias y el enriquecimiento cada vez más escandaloso de los más ricos. Como los políticos son unos artistas en donde dicen digo, dicen Diego, nos dirán que los pobres ya no existen y las clases medias se expanden siendo su realidad la pérdida de valor adquisitivo y el paso a una etapa de sobrevivir con pocos caprichos y alegrías.
Son los Gobiernos, tanto locales, autonómicos y centrales, los responsables de dar bienestar a sus conciudadanos. Y parece que se olvidan de este básico concepto. Realizan servicios e intentan acaparar competencias y responsabilidades con el fin de satisfacer las necesidades de sus ciudadanos. Aspiran a presupuestos cada vez más grandes y se dotan de recursos humanos para acometer todas las iniciativas con el consiguiente aumento de plantillas.
Todo esto les lleva a la mayoría de las veces a sobredimensionarse, ya no solo por la propia ineficacia de la gestión de equipos y de la productividad laboral de los mismos, sino también por utilizar la fórmula de equiparar importancia consistorial con número de funcionarios. Y esto les conduce a que les sobra personal, ya sean funcionarios de plantilla, interinos, subcontratados, etc, etc. Esto hace que para financiar los gastos corrientes recurran a los impuestos y a las tasas.
Son estos gastos los que los ahogan. Y los impuestos son los que nutren sus arcas. Y como no quieren perder ningún ápice de su importancia política entre los suyos, abogan por la subida de los mismos. El cuento tonto de quien no sabe que lo más importante es racionalizar el gasto corriente y no derivar el problema a los ingresos.
En épocas como la actual, las clases medias son las que pagan el pato. Nos subirán aún más los impuestos y tasas con el fin de paliar la falta de gestión y responsabilidad de los políticos con sus gastos. Y esa subida perjudicará aún más a las clases medias llevándolas a un escenario de supervivencia con pequeños caprichitos de fin de semana. Y como nadie se queja, pues eso, todos a los centros comerciales a creer que somos más felices.