La gran mayoría de los seres humanos se toma las cosas de forma compleja y difícil. No es raro ver como se le da muchas vueltas a las ideas y pensamientos, reflexionando y dándole vueltas a situaciones que se podrían encarar de forma más directa y sencilla. Dice un dicho americano que las decisiones a tomar hay que hacerlas fáciles: Make it simple!
Cuando se piensa demasiado sobre situaciones, conseguimos muchas veces convertirlas en problemas. Y he ahí el gran dilema al tener que resolver una cosa que no teníamos previsto ni esperábamos. Es entonces cuando hay que cambiar la forma de digerir mentalmente las situaciones en nuestro día a día. Se trata de reducir el tiempo que le dedicamos a la resolución de decisiones.
Una forma de conseguirlo es decidiendo de forma continua aquellas que creemos no son del todo relevantes. Aquellas que no afectan de forma importante a nuestra vida y que suelen ser el 99% de las situaciones. A estas, solo hay que prepararse, entrenarse y estar listo para decidir de forma constante. Al tomar la decisión, se aparca y se deja de tener dicho problema. Desaparece de nuestra mente.
Aquellas otras que si requieren meditación y reflexión profunda hay que dedicarles el mejor de nuestros tiempos para así asegurarnos de que tenemos toda la información necesaria y posible para una óptima decisión.
En ambos casos lo importante no es tanto que se decida sino el comportamiento posterior a tal decisión. Tanto en el primer caso como en el segundo hay que tener la disciplina para no darle más vueltas al asunto, para ser consecuente consigo mismo y con la decisión tomada. Solo en el segundo de los casos y en un tiempo posterior suficiente para vislumbrar errores se podrá dar marcha atrás y corregir ( con el consiguiente aprendizaje). En el resto de los casos, hay que mirar adelante y a por la siguiente. De esta forma, se podrá vivir sin problemas que agobian y machacan la mente de uno.
Por eso podrás decir: I don’t have a problem!