Esto de ser emprendedor parece que no está bien visto. Y si encima dices que eres autónomo, te cuelgan una etiqueta de esas que indican que es de baja calidad, o «low cost», o cualquier otra cosa con un significado de despropósitos, de estereotipos no muy alagadores y de percepción de trabajo de poco talento o poco cualificado. Y la culpa de todo esto es de los políticos. Son ellos los que se han cargado la figura contractual del autónomo. Y son ellos los que no han realizado campañas de sensibilización y promoción del autoempleo donde los emprendedores autónomos son los artífices de progreso, desarrollo social y catalizadores de las iniciativas personales y profesionales.
Y nada más lejos de la realidad que el buen hacer de los autónomos. Son los que arriesgan, los que buscan lo incierto y se aventuran en nuevos retos. Los que trabajan sin ningún tipo de seguridad tanto jurídica como laboral, y sin embargo, son los más felices. Viven mejor que nadie y prueba de eso es que el que lo prueba, ya tiene claro que no quiere volver a trabajar para nadie más que no sea para si mismo.
Ser autónomo es sinónimo de valiente, de emprendedor, de guerrero. Es como un soldado que lucha por alcanzar hitos, retos y metas (nada de guerras). Los valores que lo acompañan son la constancia, la pasión, la perseverancia, el compromiso, el esfuerzo, la autoestima.
Sin ellos, la sociedad estaría ciega de iniciativas. No habría progreso y estaríamos viviendo con la autocomplacencia y el conformismo. Estaríamos dirigidos por la clase política. A los políticos les va mejor cuando lo tienen todo controlado, sin esperar sobresaltos y augurando todo tipo de actividades. No les interesa el progreso, la innovación ya que es algo que les sorprende y les saca de sus casillas de mediocridad. Nosotros los emprendedores solo queremos que nos dejen hacer. No queremos ayudas ni subvenciones (eso es lo que se piensan los políticos que deseamos). Solo que nos dejen trabajar a nuestra manera, con nuestro talento y con un marco jurídico que potencie las cualidades humanas, no que las restrinja con leyes y normas abusivas.
Por suerte, hay emprendedores. Y tiene que haber más. Por eso la importancia de darles más valor, más reconocimiento y más crédito a sus actividades e iniciativas. Apoya el espíritu emprendedor. Anima y ayuda a los autónomos. Son ellos los que aportan todo tipo de proyectos que estimulan el crecimiento de la sociedad en todas sus vertientes. No piden nada a cambio, simplemente que se les reconozca su labor y no se les etiquete como un colectivo de profesionales «low cost».