Firmado por: Enric Renau, Presidente Ejecutivo DEP Educaweb
España destaca en las estadísticas de la Unión Europea. No sobresale por su apuesta por la internacionalización o por la inversión en innovación. Destaca por su tasa de desempleo de cerca del 20% de la población activa, que dobla la media comunitaria.
La fragilidad del mercado laboral español es un atributo intrínseco del sistema laboral del estado español que ha pervivido incluso en los “felices” años de boom inmobiliario y llegada masiva de inmigración extracomunitaria.
Una de las explicaciones de este fenómeno “made in Spain” es el poco valor de la actividad productiva de muchas empresas dedicadas a tareas de poco valor añadido. Los sectores de la construcción, restauración y hostelería y turismo, los ejemplos más relevantes, no se han caracterizado, precisamente, por una apuesta por la innovación y el conocimiento. Repito, la formación de sus empleados era escasa y su valor añadido, también.
Éste no es un fenómeno de las últimas generaciones. En realidad, el período de la dictadura franquista supuso un gran retraso para España respecto los otros países de la Europa occidental. Según datos de DEP Instituto (www.dep.net), actualmente, sólo el 59,4% de la población española de 25 a 64 años tiene como mínimo la formación obligatoria (la actual ESO). En la UE la cifra es del 69,7%. España venía retrasada y los últimos 10 años no han permitido mejorar excesivamente, en términos relativos. En 2005, la población entre 20 y 24 años con estudios posteriores a la ESO era del 61% en España y del 76,9% en la UE. Para rematar la situación, el ranking de las pruebas PISA sitúa al estado español en el penúltimo lugar de 29 países de la OCDE en comprensión lectora, matemáticas y ciencias.
Nuestra estructura educativa no es piramidal, sino que tiene un exceso de población sin estudios elementales y unos diez puntos más de titulados universitarios que la Unión Europea. Tiene que reforzar el peso de la población activa con estudios medios, especialmente, con formación profesional, para asemejarse más a los países con menos nivel de paro y mejor productividad y, por lo tanto, competitividad.
En el ámbito universitario la apuesta del Plan Bolonia ha sido un acierto, porque remueve la anquilosada institución de estudios superiores y la sitúa en un marco internacional en competencia con otros centros similares de otros países y facilita la movilidad de docentes y estudiantes. Pero España tiene que fomentar un acercamiento entre la Universidad, la sociedad y la empresa. La investigación académica debe continuar y una parte relevante de ella poderse transferir al mundo real para que se convierta en innovación.
Si España tiene una salida de su gran bache económico esta es la de la apuesta por la sociedad y la economía del conocimiento. Una apuesta que exige mejorar de forma continua con las competencias profesionales específicas y trasversales de la población activa ocupada mediante la formación continua, esté en el paro o desarrollando sus tareas laborales en una empresa, administración pública o entidad sin ánimo de lucro.
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