El otro día pude coincidir con un súper directivo de una gran empresa de este país en la playa. Estaba disfrutando con su familia de un soleado día primaveral. Esa misma semana este directivo había estado en los principales periódicos del país, no por los magníficos resultados de su empresa sino por el ERE que anunciaba el despido de varios centenares de trabajadores.
No era una playa nudista así que iba con su bañador. Yo con el mío. Pero fuera de esa prenda, no teníamos nada más. O sea casi desnudos. Nos pusimos a hablar y charlar sobre la economía y el estado en que nos encontramos. Las empresas de este país están sufriendo en sus carnes un acelerado proceso de mejora de competitividad y productividad via adelgazamiento de las estructuras. Se recurre al despido de trabajadores para volver a presentar beneficios.
Fueron unos minutos de conversación agradables. Una vez en mi toalla, no reflexioné sobre lo que hablamos. De hecho, pude recordar varias frases suyas que procedían de la editorial del diario El Economista que posiblemente acababa de leer. Así que no dijo nada nuevo que pudiera aportar al debate nacional de cómo salir de la crisis.
Lo que me llamó la atención es que el súper directivo era igual a todos los demás que estábamos en la playa. Al despojarse de sus habituendos que le otorgan cierto poder, aquella persona era simplemente igual a todos los bañistas, con las mismas necesidades y deseos. Se comportaba exactamente igual a las demás y sin embargo, en algún que otro escenario, actuaría con poder.
En la conversación, me comentó varias veces que el también quería ser emprendedor pero que estaba como atrapado de un sistema que le impedía buscar y luchar por un desarrollo profesional propio y vivir mejor y trabajar en aquello que realmente desea. Y es ese proyecto el que recupera cada vez que va a la playa y se da cuenta que como persona no es mejor que todos aquellos que están allí bañándose a su lado. Como directivo le toca planear y ejecutar decisiones que realmente no cree o no sabe. Como persona sabe que no es más feliz que aquellos que están a su lado. Se regodea en una falsa vanidad que no le lleva a ninguna parte.
Esta situación se puede dar en otros escenarios, como cuando uno viaja en transporte público. Se da cuenta que cada perdona puede tener su propia historia, su propia vida, con problemas y alegrías, pero con un proyecto definido de VIDA.
Os habéis planteado encontraros con vuestro jefe desnudo en una playa? ¿Cómo actuaríais?