Este es el sueño de cualquier accionista de empresa, de cualquier dueño que se preste a rentabilizar al máximo los recursos internos del proyecto. El hecho de no tener jefes implicaría que la empresa funcionaría con la precisión de un reloj suizo, de esos que duran para siempre y no se estropean. El jefe en cuestión se convertiría en líder y así podría realmente aportar lo que se espera de él o ella. Y es también lo que posiblemente quiere el mismo jefe, actuar como líder en lugar de resolver la papeleta a los de abajo.
Y el no tener jefes implicaría además eliminar de un plumazo la burocracia, los procesos poco productivos y los circuitos de información y poder que hacen poco eficientes a las empresas. Las reuniones casi desaparecerían, los trabajadores actuarían como sus propios jefes y tomarían decisiones y el carácter emprendedor se adueñaría de la empresa.
Todo esto empezó en una conferencia que dí hace cosa de un año. Los asistentes eran directivos medios que acudían en busca de la pócima mágica para incrementar su aportación laboral a la empresa. Todos estaban preocupados. La situación económica aflora los miedos, las ineficiencias y la mediocridad. También hace relucir los liderazgos y a los buenos.
Al inicio de la conferencia, puse música para deleitar a los oyentes. Algo grande les iba a comunicar. Se trataba de los puntos necesarios para incrementar las ventas de la empresa. Todos ellos estaban ansiosos, con lápiz y papel para apuntarlo todo. Se veían unas horas más tarde aplicando todo lo aprendido para así poder demostrar que a la crisis se la puede vencer.
Pero de las 20 diapositivas que tenía preparadas, decidí no enseñar ninguna, bueno la primera sí que ya estaba proyectándose. Y empecé a hablar de la magia de las personas, de su talento, y de lo bonito que es sentir el proyecto en el que uno está enrolado. Hablé de la necesidad de tener una actitud emprendedora y lo que realmente significaba. Ser emprendedor es ser comercial.
Y en ese momento, cuando tenía a todos los oyentes con su corazón abierto a mis palabras, les pregunté quien se sentía emprendedor. Prácticamente todos alzaron la mano. Y seguidamente les aplaudí, volviendo a poner la música y contento de la respuesta que había obtenido del auditorio. Pero entonces les pregunté: ¿Quién se había pagado la nómina el último mes? Les expliqué la cuestión porque no se la esperaban.
Lo que realmente les estaba preguntando era si con su aportación real en su trabajo, habían vendido o generado ingresos directos suficientes como para pagar su nómina. Quedaba excluido las reuniones o decisiones que pudieren tener implicación en las ventas. Se trataba de saber si había habido acción comercial por parte de los directivos medios que a su vez eran responsables de todos los departamentos que comandaban.
La respuesta fue: 1 persona de todas las que había presentes. Ni siquiera el Director General que estaba presente allí mismo y que en un acto de honestidad no pudo alzar su mano.
Seguimos mañana.