Llevo unos quince años trabajando con emprendedores, autónomos y pequeñas empresas en general. En todo este tiempo, me he dado cuenta de que la mayoría de iniciativas tienen que cerrar porque empiezan justo al revés de cómo deben. Porque empiezan por ellos mismos y esa especie de «egoísmo» es su perdición.
Muchos modelos de plan de negocio instan a comenzar por «mi visión, mi misión, mi producto, mi genial idea». Pero con el tiempo uno se da cuenta de que la mentalidad correcta pasa por pensar primero en el cliente, no en nosotros.
Y antes que nada pasa por pensar en todo el conjunto de clientes, es decir, en el mercado.
Por eso, tras miles de clientes y experiencias similares, cuando un emprendedor viene y me pregunta, le digo que el verdadero punto de partida no debe ser él, debe ser el mercado.
Para un pequeño emprendedor la elección del mercado, si este es adecuado y si el timing es correcto, determina en un 90 % las probabilidades de éxito o fracaso.
Es así, somos pequeños, nuestra idea nunca es tan genial como creemos (siento decirlo, a mí también me ha pasado mucho) y no podemos influir en dicho mercado.
Pero él sí nos determina y además el mercado no es benévolo. Si lo que ofrecemos no le apasiona tanto como para sacar la cartera sin dudarlo, no tenemos nada. Y es que he ahí la otra clave, el dinero.
El dinero es, a veces, un tema incómodo. Los libros sobre emprendimiento se suelen centrar en cosas como la pasión o la idea, que queda mucho mejor que decir que, tras analizar el mercado (y solo si ese análisis es positivo) es hora de hacer cuentas y ver qué presupuesto tendríamos, especialmente de tesorería.
Si no partimos con un presupuesto que nos permita atravesar los primeros meses desérticos de toda empresa, entonces hacemos lo mismo que si el mercado no ha tenido un resultado positivo al analizarlo: pensamos en otra cosa.
Puede parecer duro y a contracorriente de lo que se suele explicar, pero de veras que es infinitamente más duro es tener que cerrar. Después de examinar, con una mirada fría y sincera, tanto al mercado como al dinero, entonces ya podemos empezar a pensar en productos y en visiones y misiones. Pero sin esos dos fundamentos sólidos, todo lo demás son castillos en el aire.
Y sin embargo la gran mayoría empieza la casa por el tejado y, lo que es peor, otra gran mayoría aconseja a los primeros comenzar así.
Es por eso que todo lo que he intentado enseñar a esos miles de emprendedores, para aumentar las probabilidades de éxito en la que va a ser su empeño más difícil (emprender) lo he reflejado en un software de creación de planes de empresa gratuito y diferente.
Un software enfocado a crear una herramienta que sirva y se use cada día en el mundo real, en vez de quedarse en un cajón sin mirar, como ocurre con la inmensa mayoría de planes de negocio.
Y de veras que ahora ese software es 100 % completo y gratis. Así de sencillo, es para Mac y Windows y lo he liberado para que todo emprendedor pueda usarlo en su iniciativa.
Han sido muchos años y muchos emprendedores, y probablemente no cree la iniciativa que nos lleve a Marte o cure alguna enfermedad grave, pero quién sabe si puedo ayudar, aunque sea un poco, a quien hará que sea así.
Lo sé, suena incluso algo ingenuo tras tantos años en las trincheras, pero es parte del motivo. Ese y el de que me hubiera gustado que, cuando yo empezaba hace tanto, alguien me hubiera sentado y me hubiera dicho las cosas como son, en vez de pintarlas de otro modo, solo porque ese modo vende más libros o seminarios.
Este artículo ha sido escrito por Isaac García, economista y emprendedor.