Hola, me llamo José Ramón Pérez, tengo 45 años, y soy… vaya, empezamos mal. ¿Qué soy? Esta siempre es la pregunta del millón cuando tengo que presentarme. Porque, “oficialmente”, soy ingeniero industrial en electrónica, informática y control. Sí: ordenadores, robots, autómatas… esas cosas. Pero acabé la carrera harto de mecanismos y diodos, harto de máquinas, así que me busqué un trabajo en el otro extremo: un trabajo en Recursos Humanos. Sólo personas. Sin electrones ni algoritmos.
Pero, como se demostraría después, ese sólo fue el primero de uno de mis muchos saltos. Soy una persona curiosa, qué le vamos a hacer. Así que después de Recursos Humanos pasé a Supply Chain, y finalmente a Marketing donde me quedé una larga temporada. Trabajé 7 años en Procter & Gamble donde pude comprobar que, efectivamente, ellos inventaron el “book” al que se refieren los marketinianos cuando hablan del “marketing by the book”.
Después me fui a Telefónica, en la época de la privatización y la entrada en el negocio de los medios. Allí fui gerente de marketing de Telefónica Multimedia. Toda una experiencia… Un fugaz paso por una agencia de publicidad (DraftWorldwide) y por consultoría (Cluster Consulting), y llegamos a otra parada en Sogecable como director de marketing de Canal Satélite Digital y director de clientes de Canal+ y CSD.
“Bueno”, dirá alguno, “pues tampoco era tan complicado: eres un ingeniero que trabajó en RRHH, Supply Chain y que finalmente se dedicó al marketing, ¿no?”. Pues no. Porque después de eso decidí que ya era hora de hacer lo que realmente me gustaba. Eso que uno siempre deja para la jubilación. De repente pensé que asumir que uno va a vivir todos los años que quiera es mucho asumir.
Así que, por si acaso, hice un paréntesis para ordenar toda la literatura que había leído a lo largo de mi vida y destilarla en forma de obras propias. Y escribí tres novelas. Y las publiqué. Pondría aquí los títulos, para que todo el mundo se las compre, pero por una vez “no estoy aquí para hablar de mi libro”.
Estoy aquí para hablar de mi última aventura. Después de las novelas, y de la mano de un buen amigo, me embarqué en una empresa de innovación en modelos de negocio y marketing. Eso fue en el 2006. Y claro, todo el día pensando en innovación y nuevos negocios para nuestros clientes hizo que un día se nos ocurriera una idea que queríamos montar nosotros mismos. Eso fue en el 2010. La lanzamos en junio de 2011. Y hoy esa idea, IDibbIt, cumple su primer añito.
Así que soy ingeniero, trabajé en RRHH, en Supply Chain, en Marketing, soy escritor, soy emprendedor… ¡Ah! Y lo más importante: ¡soy gallego! Y me crié en Zaragoza. Y viví en Barcelona. Y pasé muchos días en Lisboa. Y ahora vivo en Madrid. Y mañana… Un momento. ¿Quién quiere aburrirse sabiendo lo que pasará mañana?
PREGUNTAS
1.- ¿Qué te llamó la atención de ser Emprendedor? ¿Naciste o te hiciste Emprendedor?
Después de haber pasado por bastantes sitios, llegó un momento en el que pensé que ya tenía una idea clara de “mi empresa ideal”. Ideal para mí, claro. Y cuando quieres que algo encaje perfectamente contigo, no puedes esperar a que otro lo ponga en marcha y te lo ofrezca. O lo montas tú, o estarás toda la vida en la empresa de otro, más o menos feliz, pero siempre pensando que “yo haría esto así”, “yo cambiaría aquello”, “yo quitaría lo de más allá”.
No quiero decir con esto que yo sólo pueda trabajar cuando todo está “a mi gusto”. He trabajado durante 15 años para otros, y para otros tan diferentes como Procter & Gamble y Telefónica, por citar dos extremos. Y guardo buenos recuerdos de casi todos los sitios. Nunca me fui por no aguantar más, o porque “las cosas no se hacían como yo quería”. Al contrario, he aprendido muchas maneras diferentes de hacer las cosas, y cada una tiene sus pros y sus contras. Siempre me fui, simplemente, porque me ofrecían un proyecto que me gustaba más. No me fui, citando (si no recuerdo mal) a José Luis Sampedro, por loco-fobia sino por loco-filia.
Pero simplemente llega un momento en el que piensas que ya lo tienes claro. Has leído y practicado el “book”, has leído y practicado el “anti-book”, has trabajado para gente brillante y para gente mediocre, has gestionado negocios de miles de millones de euros, y otros de unos pocos cientos de miles, has dirigido a mucha gente y has trabajado casi solo. Has tenido grandes éxitos y, por supuesto, has tenido sonoros fracasos. Y un día, sencillamente, te apetece poder decir, como Frank Sinatra, “I did it my way”.
En mi caso, el catalizador fue mi amigo y socio Luis Mora. Yo no nací emprendedor, ni me hice emprendedor. A mí me hizo emprendedor Luis. Él sí nació emprendedor. Muy emprendedor. Él lleva toda la vida poniendo cosas en marcha. O mejor dicho, y a falta de una traducción que recoja bien el sentido de la frase, “making things happen”. Es un maestro en eso. Y yo tuve la inmensa suerte de poder pasar de empleado a emprendedor con él. Sinceramente, no estoy seguro de que yo me hubiera decidido a dar el paso por mí mismo. Así que al César lo que es del César.
2.- ¿Viven mejor los emprendedores?
Pues depende, claro, de lo que uno entienda por “mejor”. Si entendemos “ganar más dinero”, pues… también depende (me está saliendo el filósofo relativista que todo gallego lleva dentro, ¿verdad?). En el caso de Zuckerberg, claramente la respuesta es sí. En el caso de los millones de emprendedores que están cerrando sus negocios en los últimos 3 años, la respuesta es no.
Todos somos mayorcitos, ¿no? Así que ya sabemos que no hay fórmulas mágicas para hacerse rico. No voy a dármelas de gurú ofreciendo “los 5 pasos del emprendedor exitoso”. No existen esos 5 pasos. Ni 4. Ni 1. Puedes hacerte emprendedor y forrarte, y puedes hacer carrera como empleado de una gran empresa y forrarte también. Por ese lado, hacerte emprendedor es simplemente una opción más, sin ventajas ni desventajas.
Si por “mejor” entendemos “disfrutar más de tu trabajo”, entonces la respuesta es claramente sí. Hace poco escuché un consejo que alguien le daba a un joven que terminaba la Universidad. Le dijo: “si te dedicas a algo que te guste, no tendrás que trabajar nunca”. Pues en eso consiste ser emprendedor. En no trabajar. En hacer algo porque te lo crees, porque disfrutas, porque es lo que quieres hacer.
Ojo, que también hay malos ratos. Muy malos ratos. No es divertido estar 6 meses sin ingresar y viendo bajar la cuenta del banco. Y si 6 meses no es divertido, imagínate 10. O 1 año. O más… Pero incluso en esos momentos, la ansiedad no viene del trabajo. Viene del dinero. Y son dos cosas distintas.
Supongo que todos hemos tenido alguna vez un trabajo que te da dinero pero que hace que todos los días vuelvas a casa fastidiado. Cuando emprendes, le das la vuelta a eso. No vuelves a casa fastidiado por el trabajo, pero puedes volver a casa sin dinero. Si eso es “mejor” o no, depende de la situación personal de cada uno. Y del momento de la vida en el que te encuentres.
3.- ¿Tuviste excusas para no emprender antes?
No. Aquí no voy a engañarme a mí mismo. Emprender sólo requiere, en términos prácticos, tener un poco de dinero para arrancar. El resto (la “idea”, la confianza, la decisión) son cuestiones puramente “emocionales”. No hay excusas objetivas para eso.
Así que, siendo realista, en cuanto tuve un poco de dinero podría haber montado algo. Mi socio Luis Mora, de quien hablaba antes, lo hizo. Él puso en marcha su primer negocio hace ya 15 años. Ya nos conocíamos entonces, y nuestra situación personal era muy parecida. Pero yo no me “tiré a la piscina”. Sin embargo, cuando nos reencontramos en el 2006, algo había cambiado en mi cabeza porque entonces sí me pareció que emprender podía ser una buena idea.
Y es que, al final, yo creo que es una cuestión simplemente de “momento”. No hay razones objetivas, al menos en mi caso, para justificar por qué no monté un negocio con 30 años pero sí lo hice con 40. Alguien podrá decir que con 40 uno tiene más experiencia. Pero, seamos sinceros, eso lo dices cuando tienes los 40. Cuando tienes 30 crees que ya lo sabes todo. Y cuando tienes 20 también. Así que esa no es la diferencia. En mi caso, como he dicho antes, la diferencia fue ese “catalizador” en forma de amigo que ya tiene experiencia en montar negocios y que te anima a embarcarte con él en uno nuevo.
4.- ¿Qué es lo que más valoras de tu nueva vida como Emprendedor?
Sin duda, el poder dedicarme a muchas cosas a la vez. Como creo que ha quedado claro con mi biografía, me gusta mucho aprender. Me gusta meterme en cosas que no conozco para descubrir cómo se hacen, para aprender algo nuevo. Cuando trabajas en una empresa la tendencia, sin embargo, es la contraria: la especialización. Cuanto más sabes de algo, más ofertas tienes para trabajar de lo mismo. Para poner en práctica, una vez más, lo que ya sabes.
Por el contrario, cuando pones algo en marcha por tu cuenta tienes que encargarte de todo. O, como mínimo, estar al tanto de todo aunque tengas personas colaborando contigo. Tienes que diseñar el producto, tienes que “fabricarlo”, tienes que distribuirlo, tienes que darlo a conocer, tienes que pensar el modelo de negocio, tienes que conseguir inversores, tienes que facturar, tienes que conseguir beneficios, tienes que contratar gente, tienes que hacer presentaciones, tienes que comprar bolígrafos para la oficina…
Esa sensación de tener la agenda llena de cosas tan diferentes me encanta. A las 10:00 hay que ir a ver a un fondo de capital-riesgo. A las 12:00 hay que darle comentarios al diseñador del nuevo logo. A las 13:00 hay que ir al banco a dar pena. A las 14:00 hay que comer con un amigo experto en retail para ver cómo podemos entrar ahí. A las 16:00 hay reunión para proponer nuevas acciones en Facebook y Twitter. A las 17:00 hay que revisar el modelo de negocio con los nuevos datos de uso. A las 18:00 hay que entrevistar a un programador de iPhone. Y después hay que esperar a que venga la señora de la limpieza para pedirle disculpas por haber dejado la cocina tan sucia, porque ha habido celebración en la oficina.
Y al día siguiente, no hay que repetir ni una de las cosas de hoy.
Otra cosa que me gusta mucho de mi nueva vida es no tener que trabajar necesariamente en una oficina. Trabajo desde casa, o desde el metro, o desde un parque, o desde mi pueblo en el medio de Galicia. Y, sinceramente, trabajo mucho más (y mucho mejor) que cuando estaba metido en una oficina de 9 a 6. Pienso mucho mejor mirando un bosque de Ourense que mirando un panel separador en un edificio gris llenos de otros paneles separadores.
Sinceramente, me parece inconcebible que con móviles 3G, ADSL de 20 megas, Skype, email, whatsapp, etc., etc. se siga asumiendo que la mejor manera de trabajar es estar todos juntos en un mismo espacio, pagando un alquiler normalmente desorbitado, simplemente para tomar café juntos entre reunión y reunión. Para tomar café, lo mejor es queda en una cafetería.
5.- ¿Qué le recomendarías a alguien que se está pensando el empezar a Emprender?
Que elija bien a la gente con la que va a trabajar. Es un tópico, pero es un tópico precisamente porque se ha demostrado que es cierto muchísimas veces.
La gente tiende a sobrevalorar las ideas. Las ideas no valen nada. Porque su valor lo fija la misma ley que cualquier otra cosa: la de la oferta y la demanda. Y hay muuuuuuchas ideas. Todo el mundo tiene miles de ideas, y todo el mundo cree que las suyas son buenísimas. Hay inflación de ideas autovaloradas como buenísimas. Y precisamente por eso, cada una de ellas tiene un valor que tiende a cero.
Curiosamente, me convencí de eso durante los años en los que me dediqué a escribir. En aquella época todos mis amigos me miraban con envidia (no sé si sana… creo que no) y me decían con frecuencia: “yo también tengo algunas ideas que me gustaría escribir, a ver si algún día me pongo”. Y pasaban los días y no se ponían. Pasaban los meses, los años, los lustros, y no se ponían. Pero, curiosamente, lo que más seguían valorando de mí era mi “idea”, mi “imaginación”. No los meses que me pasaba sentado delante del ordenador escribiendo, corrigiendo y puliendo cada una de las líneas.
Porque la diferencia no está en la idea. Está en (volviendo a la frasecita de antes) “make things happen”.
Y para conseguir que las cosas pasen, es crítico elegir bien a la gente. Tú no podrás hacer nada solo, olvídate. Esto es el siglo XXI, la moneda única, la globalización… Antes o después necesitarás ayuda. Y en ese momento te estarás jugando el futuro de tu negocio. Así que lo mejor es que seas consciente de ello, y te tomes todo el tiempo que haga falta para acertar.
Si no tienes tiempo para tomar bien todas las decisiones, arriésgate con las que no involucren a la gente. La oficina, el servidor de Internet, las mesas y sillas, el color del logotipo… ahí puedes equivocarte, asumiendo que luego lo corrijas, claro. Son decisiones que se pueden corregir fácilmente en cuanto veas que no funcionan. Pero cuando tengas que seleccionar un proveedor crítico, un colaborador externo, un empleado y por supuesto ¡un socio!… entonces no corras.
Porque si tomas mal esas decisiones, te costará mucho tiempo (y probablemente mucho dinero) corregirlas. O, en el caso de los socios, no podrás. Y tu negocio se hundirá. Y lo peor es que ni siquiera podrás tener el honor de hundirla tú mismo. Te lo hundirán otros y tú, simplemente, estarás allí para contemplarlo mientras recuerdas el maldito día en el que metiste a esas personas en TU negocio.