El anhelado cambio de modelo productivo puede dejar de ser una utopía y convertirse en una realidad


Isidre March, dirige el Master oficial en Creación y Gestión de Empresas Innovadoras y de Base Tecnológica, de la Universitat de Valencia.

1ª PARTE:

En 2009, con dos décadas de retraso y forzados por la crudeza de la crisis, irrumpió por fin en España el debate sobre la necesidad de instaurar un nuevo modelo de economía, más productiva, más innovadora y más sostenible.

Pero unos meses después, los anuncios efectuados tanto a nivel estatal con la “Ley de Economía sostenible” como autonómico con propuestas programáticas similares u orientadas a incrementar el gasto en I+D+i, llevan camino de quedarse, una vez más, en agua de borrajas.

La persistencia de la crisis actual, los peligrosos nubarrones procedentes de Grecia, la tendencia a fiar la salida de la crisis a una hipotética reforma laboral en medio de una incesante disputa política, amenazan con dejar pasar la oportunidad, una más, de introducir a España por la senda de los sectores de futuro, conocidos como sectores emergentes, intensivos en conocimiento y en tecnologías avanzadas, un camino por el que desde hace un tiempo transitan sigilosamente buena parte de las economías desarrolladas.

En un país de contrastes, que pasa de la euforia al victimismo, del alarmismo más desesperanzador a los brotes verdes que todo lo arreglan, sin hallar un punto intermedio para la reflexión pausada y objetiva, todo apunta que el interés por la “nueva economía” pronto se diluirá y caerá en el olvido sin generar apenas debate. Pero aunque los agentes institucionales, empresariales y sociales se contentarán con limitar su cometido a lograr la ansiada paz social, aún quedan algunos empresarios y ciudadanos que reconocen la imperiosa necesidad de incidir sobre el modelo productivo y se preguntan si estos intentos de cambio por medio de Leyes y Planes apuntan en la buena dirección y tienen posibilidades de fructificar.

Aunque promulgar leyes y propuestas programáticas supone un avance y un reconocimiento de la necesidad de un cambio real y profundo, su potencial impacto dependerá de la capacidad para concretarlas, materializarlas y dotarlas de contenido. En definitiva, pasar de la declaración de intenciones a la aplicación efectiva, sin magnificar sus expectativas, empezando por invocar un cambio en el esquema mental y de prioridades en los agentes que tienen la misión de liderarlo, la comunidad empresarial y los emprendedores.

En un país más dado a los anuncios efectistas que al mono de trabajo, el reto más complicado reside en convencer a los agentes económicos, pues las empresas privadas no invierten en I+D+i ni emprenden aventuras en actividades desconocidas por decreto o porque una ley se lo indique. Y menos en un contexto poco proclive como el actual, con restricciones crediticias y una tendencia en muchas empresas a congelar o reducir sus presupuestos destinados a actividades de I+D.

Las propuestas que emanan de las administraciones públicas no sólo deben destinar más recursos sino movilizarlos en la dirección apropiada, haciendo uso de un planteamiento tan simple como efectivo, el del premio y la recompensa ante buenas prácticas y conductas.

Las acciones tomadas a lo largo de los últimos dos años han perseguido ante todo amortiguar los efectos de la crisis y evitar un descalabro de determinados sectores considerados estratégicos. Pero este apoyo con dinero público determinados sectores con el único argumento de su tamaño y los peligros que sobre el conjunto de la economía generaría su hipotética caída libre, ha alimentado las lógicas reservas y escepticismo entre amplias capas de la población, porque salva, rescata, y deja impunes y sin castigo a agentes que optaron libremente por comportamientos temerarios, oportunistas y especulativos, aun a sabiendas del riesgo que entrañaban sus controvertidas decisiones y estrategias.

Este tipo de políticas anti-crisis implementadas hasta ahora en España y a escala internacional podrían resumirse en la siguiente frase: “Los traviesos tienen premio”. Pero, ¿resulta justo que el profesor premie a los traviesos y a los vagos dedicándoles toda su atención y su tiempo, mientras deja desatendidos y olvidados a los alumnos trabajadores, cumplidores y responsables?

Esta pregunta que nadie formula de forma directa por políticamente incorrecta, se respira en el ambiente y resume la sensación que embarga a colectivos no menos estratégicos como los autónomos, los emprendedores, o las PYMES.

Más allá de actuar de paracaídas de sectores sujetos a inercias del pasado y que se han esforzado poco por anticiparse a los cambios del entorno, buscar nuevos mercados y prepararse para ser competitivos en periodos de recesión económica, es hora de que las propuestas de nuestras administraciones públicas miren hacia el futuro abonando el terreno para un progresivo cambio estructural liderado por las actividades intensivas en conocimiento, tecnologías de punta y servicios avanzados. Y premiar con exenciones fiscales, apoyos financieros y otros incentivos efectivos y no efectistas, a los emprendedores, las empresas y sectores productivos que avancen por el camino de la excelencia, innoven, se diferencien y conquisten nuevos mercados, creando valor, riqueza y empleo estable en nuestro país.

En un país con una acusada propensión hacia las conductas oportunistas y especulativas habría que penalizar con firmeza este tipo de comportamientos si no queremos reincidir dentro de poco, al tiempo que establecer mecanismos de supervisión y control de los avances logrados por emprendedores que crean nuevas empresas guiadas por un talante innovador y de creación de valor, y las empresas que adoptan las estrategias y las acciones oportunas para consolidarse, progresar y crecer.

2ª PARTE:

Innumerables son las propuestas formuladas para salir de la crisis, pero la que lanzo desde aquí es clara: dar un espaldarazo definitivo en España a la instauración primero y la consolidación después, de los sectores y actividades que componen la “nueva economía”, mediante la generación y consolidación de un amplio número de Empresas de Base Tecnológica.

El primer paso para implementar esta propuesta descansa en conocer a fondo a los agentes llamados a desempeñar un papel protagonista en este cambio de modelo hacia una “nueva economía” más productiva y competitiva. Las denominadas “start-ups” o Empresas de Base Tecnológica (EBTs), cuyos aspectos relativos a la constitución y crecimiento de las EBTs en España, constituyen un terreno prácticamente inexplorado por parte de la comunidad investigadora económico-empresarial y por supuesto la política.

Si de verdad queremos que el nuevo modelo económico se asiente y promueva la generación de nueva riqueza sostenible y de miles de puestos de trabajo de calidad, con los que amortiguar en parte la sangría de desempleados procedentes de los hasta hace poco admirados sectores motores, necesitamos que en los próximos 3-5 años se creen miles de EBTs y se consoliden centenares de ellas. No hay vuelta de hoja, o eso o el estancamiento económico a medio plazo, fiando su superación a futuras burbujas especulativas, tan estériles y nocivas como la que nos ha conducido a la crisis actual.

El nuevo modelo productivo que promueva la “nueva economía” debe estar enfocado a generar un crecimiento sostenible por medio de un tejido productivo sólido y perdurable, que combine el fortalecimiento del entramado empresarial existente con la diversificación y ampliación del tejido productivo hacia actividades emergentes y con gran potencial de crecimiento.

En definitiva un modelo productivo más saludable, innovador y más competitivo en el contexto internacional, pero que no empezará a ser visible, en el mejor de los casos, hasta transcurridos al menos 5 años.

El término “nueva economía” está íntimamente ligado con los denominados sectores emergentes, intensivos en conocimiento y en tecnologías avanzadas o “high-tech”. Empecemos pues por identificar estos sectores: TICs: tecnologías de la información y las comunicaciones, servicios informáticos avanzados, microelectrónica, biotecnología, nuevos materiales, farmacéutica, electrónica, nuevas energías, nanotecnologia, automatización industrial, aeronáutica-aeroespacial, fotónica y optoelectrónica, son a día de hoy los sectores integrantes de la nueva economía, junto con otras actividades menos intensivas en conocimiento relacionadas con la dependencia o el bienestar social.

Una de las mejores formas de afincar los sectores integrantes de la nueva economía en España pasa por dar un decidido impulso a la creación y consolidación de compañías EBTs, con la esperanza de que un número significativo de ellas crezcan hasta erigirse en líderes internacionales.

Pero nuestro país no destaca precisamente por su dinamismo en cuanto a la generación de EBTs y aún menos por su capacidad para catapultarlas al liderazgo internacional. Hasta el presente, pocas EBTs españolas han conseguido dar el salto, entre ellas destacan Pharmamar del grupo Zeltia, Puleva Biotech, Natraceutical o Genetrix en el sector de la biotecnología, Gamesa, Iberdrola Renovables o Siliken, en el de nuevas energias, Indra y GMV en TICs o EADS Casa en aeronáutica. Pero la gran mayoría son veteranas, con más de 20 años de vida.

No existen datos oficiales sobre el número y peso económico real de las compañías de base tecnológica. Según el INE (2009) con datos correspondientes a 2007, los 5 sectores calificados por los organismos públicos, como sectores manufactureros de tecnología alta: Industria farmacéutica, maquinaria de oficina y material informático, componentes electrónicos, instrumental médico, de precisión, óptica y relojería, construcción aeronáutica y espaciales, absorben en España el 1 % de la población ocupada, el 2 % de la producción industrial total española y el 6 % de las exportaciones totales, cifras sensiblemente inferiores a las de países de nuestro entorno y que demuestran la marginalidad de estos sectores en nuestro país.

3 ª PARTE:

El debate sobre la nueva economía y las EBTs quedaría incompleto sin una propuesta específica y personal para instaurar un nuevo modelo económico-productivo en España.

Mi particular Plan de “Nueva Economía” se asienta sobre la necesidad de incentivar las actividades productivas intensivas en productos de alto valor añadido, priorizar las inversiones en los sectores emergentes, innovadores e intensivos en tecnología avanzada, animar a la búsqueda de oportunidades de mercado, a desarrollar modelos de negocio novedosos y con posibilidades de convencer a los cada vez más exigentes mercados internacionales. España aún está a tiempo de engancharse al tren de algunos sectores tecnológicamente punteros, y no debe desaprovechar las oportunidades que brindan estos nuevos sectores emergentes y de demanda expansiva.  Para ello, una primera línea estratégica plantea constituir potentes grupos empresariales españoles en los sectores de tecnología avanzada, tomando el ejemplo de grupos como Zeltia, con las compañías Pharmamar y Noscira a la cabeza, Genetrix o Advancell, por referirme únicamente a un sector en concreto como es el de la biotecnología.

En esta misma línea, las grandes compañías españolas, de cualquier sector productivo, podrían jugar un papel decisivo en la consolidación de los sectores emergentes si canalizaran parte de su capacidad inversora a la toma de participaciones en nuevas empresas y emprendedores con vocación y capacidad de liderazgo en los nuevos sectores que conforman la sociedad del conocimiento.

En tercer lugar, estructurar y ordenar las políticas de apoyo a la generación de conocimiento, al fomento de la I+D empresarial, la promoción del espíritu emprendedor, la preparación de los investigadores y tecnológicos españoles. Sin olvidar la necesidad de arbitrar medidas para retener el talento y detener la continua fuga de cerebros y emprendedores innovadores que no encuentran en España el entorno más propicio y acaban vendiendo sus ideas, proyectos y empresas incipientes a grandes corporaciones internacionales.

Por último, me atrevo a proponer un Plan de Capitalización de la Nueva Economía, por medio del cual derivar un montante elevado de recursos públicos a impulsar las actividades contenidas dentro del paraguas de “nueva economía”, hasta 50.000 millones de Euros durante 5 años. Para implementar el plan no sería necesario crear nuevos organismos, sino que se recurriría a las infraestructuras y agentes de dinamización ya existentes como el ICO, la SGR, el CDTI, ENISA, agencias de desarrollo autonómicas, dotándolas de más recursos y nuevas competencias.

Este montante, invertido de forma inteligente en 3-5 años, se presume suficiente para apuntalar la instauración de un nuevo modelo productivo y empresarial.

El Plan de Capitalización constaría de las siguientes 4 líneas de inversión:

  1. LINEA EMPRENDEDOR – START-UP: Recursos destinados al lanzamiento de nuevos proyectos empresariales en campos innovadores y que diversifiquen la actividad productiva. Capaces de generar valor, riqueza y empleo, mayoritariamente cualificado.

2. LINEA PYME: CONSOLIDACIÓN: Financiación de las actividades empresariales con visos de rentabilidad y con expectativas de crecimiento. PYMEs rentables, eficientes, con productos competitivos

3. LINEA BUY-OUTS: Destinada a avalar y financiar la adquisición de compañías de tamaño mediano y grande en venta o con problemas de supervivencia a medio plazo y que podrían ser rentables de estar gestionadas por equipos directivos competentes y experimentados en su sector de actividad. Facilitar que compañías españolas, rivales, competidoras, las adquieran y las saneen, inviertan en ellas, recuperen su viabilidad y retomen la senda de la rentabilidad.

  1. LINEA INVERSIÓN INDUCIDA:

Dirigida al sector privado, consistiría en inducir la inversión privada en actividades, sectores y empresas productivas y viables, con prioridad a los sectores que componen la “nueva economía”. Esta línea se dirigiría a incentivar la inversión productiva por parte de grandes fortunas, “family offices” y grandes compañías con recursos para invertir.

Para ello propongo constituir nuevos instrumentos con formato “fondos de inversión” o similares, que se destinen a invertir en compañías españolas (comprar paquetes accionariales no mayoritarios, ampliaciones de capital).

Esta línea actuaría a modo de capital riesgo, financiando planes de expansión e inversiones productivas de compañías con grandes expectativas de crecimiento.

El principal reto radicaría en hacer atractivos estos fondos para los inversores privados. Para ello, una fórmula a estudiar sería la de garantizar su rentabilidad, con una tasa de rendimiento garantizado del 6 o 7 % anual, una excelente rentabilidad en el contexto actual. Si los fondos no alcanzan dicha rentabilidad anual, el estado pagaría el diferencial.

Se trataría de una modalidad novedosa pero similar a los préstamos participativos. Las inversiones estarían supervisadas por un organismo de control liderado por un equipo con demostrada competencia en el análisis de proyectos empresariales. Bien difundida y explicada, esta línea podría tener una excelente acogida e inducir hasta 25.000 mill. Euros en 2-3 años.

En total, el Plan de Capitalización presentado en esta tercera línea, llegaría a movilizar hasta 75.000 millones de Euros en un plazo de 3 a 5 años, con un desembolso público razonable y asumible en el contexto actual de racionalización del gasto público.

4ª PARTE:

Finalmente y como conclusión a este artículo de corte crítico, considero que si realmente queremos salir fortalecidos de la crisis y recuperar el tiempo perdido instaurando un modelo de crecimiento sustentado sobre bases sólidas y sostenibles, debemos empezar por extender actitudes y comportamientos que habían quedado marginados durante el periodo expansivo. Me refiero a un talante guiado por el esfuerzo, el compromiso, el trabajo continuado y el premio al talento.

Un nuevo modelo económico nunca será posible sin un cambio profundo en el esquema mental y el patrón de actitudes de todos, desde los empresarios y los emprendedores, hasta los políticos y los trabajadores.

Asimismo, es fundamental incentivar y premiar el talento, con el fin de retenerlo y detener las fugas y la desmotivación, una sangría que silenciosa pero firmemente ha ido diezmando el potencial de nuestro colectivo de jóvenes altamente formados y preparados. Necesitamos un buen vivero de jóvenes emprendedores y cualificados, especialmente en los ámbitos de conocimiento de mayor relieve para las actividades que conforman la “nueva economía”: TICs, biotecnología, nuevas energías, y en general, las actividades de I+D con amplia aplicabilidad potencial.

El objetivo no es otro que construir un amplio sustrato de recursos humanos listos para generar una nueva masa empresarial en los sectores clave de la nueva economía, las EBTs, y preparados para dirigir de forman eficaz el tejido empresarial existente con renovado empuje y con las miras puestas en la competitividad internacional.

Y tomar conciencia de que la época de los negocios fáciles, de la demanda asegurada y del crédito automático, irremisiblemente acabó para no volver.

El nuevo contexto reclama extender comportamientos proactivos, de búsqueda activa de nuevos mercados y nuevas oportunidades, salir al extranjero en busca de mercados emergentes como China, India, Brasil, sudeste asiático, el este de Europa o Turquía.

La ansiada recuperación pasa obligatoriamente por alcanzar mayores niveles de productividad, valor añadido y rendimiento en las empresas, inspirando un comportamiento más abierto a la innovación y el cambio. Para edificar un nuevo modelo productivo capaz de generar más valor y riqueza, a la sociedad le debe quedar claro que ha de primar unos nuevos comportamientos, poco valorados hasta ahora: Creatividad, ambición, dinamismo, tensión competitiva, espíritu emprendedor, actitudes proactivas, esfuerzo continuado, compromiso, responsabilidad, voluntad de adaptarse y anticiparse a los cambios, sostenibilidad del entorno.

En suma, todo gira alrededor de la idea de innovación, creatividad, nuevos modelos de negocio y apuesta firme por los nuevos sectores emergentes, desde un planteamiento regido por el esfuerzo y la productividad.

Con paciencia, objetividad y una estrategia bien definida, defendida y comprendida por todos los agentes sociales y económicos, el anhelado cambio de modelo productivo puede dejar de ser una utopía y convertirse en una realidad. Espero con este artículo haber colaborado ofreciendo propuestas con las que abrir un espacio para la reflexión.

Isidre March Chordà

isidremch@gmail.com


LO MÁS VISTO

NOTICIAS RELACIONADAS